Nuestra propia realidad
No es raro, para mí, escuchar, cuando camino por la calle, a grupos de personas que comentan la situación actual a nivel político y social, y siempre suelen ser comentarios negativos, quejas sobre lo mal que está el mundo en general a nivel económico o a nivel de organización social y administrativa.
En cambio, es muy raro encontrar gente que vea las cosas con más optimismo, con confianza en el futuro o con actitud positiva respecto a la vida en general.
Yo mismo, en lo referente a la Educación, muchas veces veo el panorama muy gris y oscuro tanto desde las actuaciones de la Administración como por el nivel de implicación, a nivel global y general, de los distintos sectores que componen la comunidad educativa.
Sé que las cosas no están tan mal como muchos quieren señalar, pero tampoco están tan bien como quiere hacernos ver el que tiene la responsabilidad de administrar los servicios públicos.
La conclusión a la que llego es parecida a la que expresa el cuento que os muestro a continuación:
-"¡Es horrible! Vuelvo de la ciudad imperial, Lo-Yang, y sólo he visto portodas partes robos, niños apaleados, hambre y guerra. En el palacio, en torno al emperador, la gente se deja llevar por los más bajos instintos. En la ciudad, las calles están sembradas de inmundicias y apestan. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué debo hacer?"
-"Ven a sentarte aquí un momento, junto a mí" -dijo el sabio.
Se quedaron allí mucho rato, silenciosos. Luego, el sabio se levantó y llevó consigo a su compañero hasta el camino.
Mientras andaban en silencio, se dieron cuenta de la belleza de las flores, de la fortaleza de las árboles. Llegaron a un pueblo al mediodía, donde las gentes descansaban y todo irradiaba paz. Al recorrer el pueblo, el estudiante murmuró:
-"Sin embargo, esta mañana la gente se peleaba y gritaba..."
Más allá se veía un campo donde los soldados descansaban, y el estudiante observó:
-"Hace unas horas guerreaban y ahora están tan tranquilos..."
De madrugada, el sabio y el joven llegaron a Lo-Yang. Las calles estaban limpias, la gente iba tranquilamente a sus asuntos y el aire fresco halagaba el olfato. Pasearon un rato por el palacio imperial, y luego se sentaron en el patio. El emperador se acercó a ellos sonriendo y dijo:
-"Hoy es un día de paz y de amor."
En el camino de regreso, el estudiante manifestó su sorpresa:
-"¿De dónde procede este cambio, si ayer mis ojos no encontraban por todas partes más que muerte y negatividad?"
-"Oh, es muy sencillo" -dijo el sabio- "LO QUE TÚ ERES SE REFLEJA A TU ALREDEDOR. Y DONDEQUIERA QUE ESTÉS VES TU PROPIA REALIDAD."
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