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domingo, 20 de diciembre de 2009

Adiós a un año convulso

2009 termina y, aunque ahora es más tiempo de felicitaciones de Navidad y buenos deseos para el año próximo, no dejo de pensar que este ha sido un año para olvidar en muchos aspectos y también para recordar por esos mismos aspectos.

Ha sido un año negro desde el punto de vista económico. Muchas han sido las familias que han visto truncadas sus ilusiones, sus metas y proyectos, alentados por una economía efervescente que, en realidad, no podía terminar de otra forma: perdiendo su ebullición en poco tiempo y quedando en nada. O peor aún: dejando la situación en peor estado que antes de esa efervescencia. Se ha dañado un tejido industrial y de servicios que tardará años en recuperarse. Un ejemplo de lo que acarrea la falta de previsión y sentido común. También de sentido comunitario.

En el campo político, hemos presenciado a nuestros políticos luchando como alimañas entre sí, no por conseguir mejores resultados para la sociedad a la que dicen servir, sino para aumentar sus respectivas cuotas de poder político y económico. Ejemplos como el caso Gürtel, la presidencia de Caja Madrid, la pretendida fusión de Bancaja y la CAM, el tratamiento a los casos de secuestro del pesquero Alakrana o de la expulsión de Aminetu Haidar, en lo que respecta a nuestro propio país. En el ámbito internacional es de destacar el fracaso de la cumbre de Copenhage, donde se ha puesto de manifiesto que no es el bien común lo que preocupa a los que nos gabiernan, sino preservar sus propias parcelas de poder y soberanía. Resulta patético cuando todo depende de la salud del planeta: si eso falla, todo lo demás es humo, todo lo demás se desvanece.

No sé, me estoy dando cuenta de que lo estoy viendo desde un punto de vista gris y pesimista, y tal vez sea debido a que, cuando miro a lo lejos, a lo que no depende de mí directamente, me siento impotente y no sé cómo pueda tener arreglo todo esto. Supongo que eso es lo que nos pasa a todos, y esa sensación nos impide afrontar lo que sí depende de nosotros, nuestra propia vida con su penas y alegrías, con sus decisiones diarias, con los sentimientos variados que nos suscitan nuestra familia, nuestros amigos y amigas, con las luchas personales por conservar nuestro espacio personal físico y emocional lo más estable posible, afrontar todo eso y más con el grado suficiente de optimismo y energía para conseguir que el cambio de nuestra sociedad, de la presente Humanidad, no ocurra desde lo grande a lo pequeño (que nunca ocurrirá) sino de lo pequeño a lo grande. Porque estoy convencido de que somos cada uno de nosotros y nosotras los que damos color al mundo, y no es el mundo el nos da el color a nosotros.

Tradicionalmente, en Navidad nos llegan sentimientos de melancolía, deseos de paz y amistad, de fomentar los valores que, como humanos, nos distinguen del resto de seres que pueblan el planeta. Este sentimiento es atávico, nos viene de muy lejos en nuestra cultura, se remonta a los tiempos en que el ser humano estaba más en armonía con los ciclos del universo y conmemoraba el cambio de ciclo anual, el período en que el Sol volvía a ganar terreno y vencía al frío invierno. Era un símbolo de esperanza en que todo volverá a ser luminoso y positivo, cálido y agradable.

Y ese sentimiento es el que quiero transmitiros a todos y a todas. El sentimiento de que somos, cada uno y una de nosotros y nosotras, capaces de lograr todo lo que nos propongamos, más aún cuando eso que deseamos no se limita a nosotros mismos, sino que incluye también a la gente que nos rodea y que da sentido a nuestra existencia.

No olvidemos este año.

FELIZ NAVIDAD


2 comentarios:

Grupo Jornada Escolar dijo...

Feliz Navidad!
Un cordial saludo.

Basseta dijo...

Gracias por tus buenos deseos. Intentaremos conseguir aquello que nos proponemos, sea en 2010 o en 2011. Saludos cordiales.