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sábado, 14 de junio de 2008

¿Se rompe el Mundo?


Cuando uno echa un vistazo a su alrededor, se asoma a los medios de comunicación para ver cómo marcha el Mundo, la sociedad, es para ponerse a temblar.

La convivencia se basa en relaciones personales que tienen en cuenta las necesidades de los demás, sus gustos, sus preferencias, sus sentimientos, su realidad en fin, y tratan de compaginarlas con las propias sin imponer ni exigir más de lo que uno mismo está dispuesto a conceder.

Muchas veces, como ahora mismo en que mi hija Rebeca me ha pedido que cambie de habitación para trastear con mi blog, -y no me apetece en absoluto- hay que hacer un esfuerzo para vencer la apatía, la inercia, la incomodidad de satisfacer los deseos de los demás, con los que convivimos. Casi siempre es muy sencillo de hacer y muy satisfactorio.

Cuando surgen problemas de convivencia, el primer impulso es responsabilizar a los otros. Y seguro que tienen su parte de responsabilidad. El error está en pretender corregir las irresponsabilidades de los otros sin haberlo hecho previamente con las propias.

Esto es aplicable a todos los ámbitos de la convivencia, desde la familiar a la mundial. Porque ahora vivimos en una inmensa aldea global, nos guste o no. Gracias a la Red, a Internet, nos podemos comunicar y relacionar con gente de cualquier lugar del mundo y en tiempo real. Incluso mirándole a la cara.

Y no. El mundo no se rompe. Ha estado así siempre. Lo que ocurre es que antes no lo veíamos. Nos lo contaban y sonaba muy lejano. Ahora tomamos más conciencia, o tal vez debería decir que podemos tomar más conciencia, del estado real de nuestro mundo. Y, aunque suena utópico, se puede arreglar. En nuestras manos está.



Arreglar al mundo


Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba sus días en su laboratorio en busca de respuesta para sus dudas.

Cierto día, su hijo de seis años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar; el científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera entretenerlo.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.

Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin la ayuda de nadie.”

Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamada calmadamente. "Papá, Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo". Al principio el Padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad, haya conseguido componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levanto la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.

Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.¿Cómo era posible?, Cómo el niño había sido capaz?

–“Hijito, tu no sabías cómo era el mundo, cómo lo lograste?”–“Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura del hombre. Así, que di vuelta a los recortes, y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era.”“Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.”

Por Gabriel García Márquez

2 comentarios:

Basseta dijo...

¿Y crees que el hombre tiene arreglo?

Claudio dijo...

Claro que sí, Basseta. ¿Es que tú no?
¿Qué es lo que te mueve a luchar desde tu puesto de concejal del Ayuntamiento de Ibi?

El ser humano es una joya en toda la escala evolutiva, una joya que está en proceso de tallado, que no es el último de los procesos. Y para conseguirlo tendrá que pasar por etapas muy duras.

Por larga que sea la noche y llena de ruidos, ecos y pesadillas, no olvides que termina con un amanecer.

Yo estoy convencido de que el 95% de las personas somos buena gente. Aunque no todos lo somos de forma consciente.

Si no lo creyéramos, nada tendría sentido.