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domingo, 13 de julio de 2008

Emigración, fenómeno social del siglo XXI


En la era de la globalización, no podía ser de otra forma. Podríamos decir que son consecuencias colaterales. Los habitantes de zonas deprimidas social y económicamente aspiran a mejorar sus condiciones de vida. Como no lo pueden hacer en sus zonas de residencia, buscan mejorar en los países donde, según la publicidad que les llega a través de los medios de comunicación globales --TV e Internet-- el dinero y las oportunidades circulan en abundancia paradisíaca.

En el problema generado por esta situación hay muchos implicados y responsables que utilizan esta situación para su propio beneficio. Por un lado están los gobiernos de los países de origen de los emigrantes. A estos gobiernos les interesa que haya personas que, desde Europa u otros países desarrollados, envíen dinero a sus familiares ya que esto es una fuente de ingreso nacional que no requiere inversión alguna por su parte.

Las mafias que se dedican al tráfico ilegal de personas, fomentan la ilusión de que en los países de destino las oportunidades son fáciles y abundantes. Los precios de cada pasaje en los cayucos o en las pateras son desorbitados; casi siempre implica un esfuerzo económico por parte de toda la familia o, incluso, de toda la aldea para dar oportunidad a uno de sus miembros para buscar la ansiada salvación para todos. En ningún momento son informados, de las penurias del viaje (que ha costado la vida a cientos de personas que fallecen de hambre, sed y frío en plena travesía), ni de que serán devueltos a sus países de origen en cuanto sean detectados.

En Europa, los países que no son limítrofes con las zonas deprimidas, viven el problema desde lejos y no se implican en la búsqueda de soluciones, que pasan siempre por la ayuda y estímulo a los países de origen en solucionar los problemas sociales y económicos que les agobian.

La solución fácil: perseguir a los que llegan, tratarlos como a criminales, aplicar acciones correctivas meramente policiales o represivas. Aún no se les ha ocurrido minar las rutas marítimas de acceso (o tal vez sí).

¿Qué pasará en los próximos diez o veinte años? No parece que se vislumbre una solución efectiva ya que los que sufren siempre aspirarán a mejorar sus condiciones, y cada día ven dónde se vive mejor. Ese estímulo no les impele a buscar la mejoría en sus propias zonas, sino que les parece mejor ir donde está el tesoro.

Los gobiernos y grandes grupos de poder habrán de darse cuenta que sería buena inversión lograr que los países deprimidos mejoren sus condiciones de vida, en lugar de amenazar las de los países del "primer mundo".

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