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lunes, 9 de junio de 2008

Degradación personal

No sabía cómo titular esta entrada.

El sábado estuvimos Rosa y yo visitando a su tía en la residencia donde está interna porque la familia no puede hacerse cargo de forma adecuada de ella. Hace ya tres años que está allí y nuestro corazón se encoge cada vez que vamos a verla. Es más, se encoge cada vez que pensamos en ir a verla. Sufre Alzheimer. O tal vez sea demencia senil, complicada con niveles altos de azúcar y otros desarreglos funcionales lo que la ha llevado al estado en que se encuentra actualmente.

El caso es que está en su silla de ruedas, toda encogida, deformada por la postura incorrecta en la que está durante tantas horas al día, al no poder mantenerse por sí sola.

No sé si habéis estado en una residencia alguna vez. Las personas que aún están en pleno uso de sus facultades mentales y psicológicas puede que sólo sufran de soledad familiar, aunque allí pueden hacer amigos. Pero en la tercera planta, donde están los discapacitados mentales y físicos el ambiente es muy triste y deplorable. Lo es sin conocer a los internos. Un cuarto de hora allí es para ponerse a llorar. Veinticinco o treinta personas con la mirad perdida o gritando sus letanías o quejándose o dormitando encogidas en sus sillas un día tras otro es para volverse loco.

Los que hemos conocido a Elvira sentimos que el alma se nos rompe al verla así... allí. Lo único que queremos es que pase pronto su agonía.

Pensando en ella, he encontrado este cuento.

El tazón de madera

El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años.

Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.

La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso,derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer.

Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo.

Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo.Le preguntó dulcemente: "¿Qué estás haciendo?"

Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para tí y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos."

Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia.

Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Seamos constructores sabios, y modelos a seguir. La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir. He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.

1 comentario:

Basseta dijo...

Genial, como siempre. Delicado y sensible en tus apreciaciones, certero a la hora de elegir la historia. Una vez más me has tocado el corazón.

Por cierto, ¿nueva plantilla en tu blog? Está más elegante ¿no?

Saludos cordiales.